Estimada comunidad educativa: egresadas/es/os, docentes, no docentes, familias, autoridades.
Hoy me toca decir unas palabras, pero pretendo traer con ellas a docentes y compañeres que
marcaron este camino colectivo que hoy cierra un ciclo en este acto de colación.
Las primeras sensaciones que aparecen al pensar en este trayecto de formación universitaria
están profundamente marcadas por el agradecimiento. En primer lugar, un agradecimiento a la
Universidad Nacional de Cuyo y la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales por brindarnos la
posibilidad de formarnos; y a la sociedad argentina por sostener en la educación pública, gratuita,
laica y de calidad, un presente cargado de futuro.
El agradecimiento y el reconocimiento se dirige especialmente a las y los docentes, quienes
durante esta etapa nos compartieron conocimientos, nos enseñaron, nos acompañaron y nos
desafiaron. Gracias por transmitirnos, desde cada cátedra, la pasión por el debate teórico, político,
filosófico; la profundidad del pensamiento crítico; la dignidad de la investigación soberana y el
conocimiento científico público; la importancia de la acción y la intervención. Gracias también por
darnos herramientas para complejizar la mirada sobre el mundo y por ser cómplices de este
compromiso que hoy muchos sentimos y asumimos con la realidad de la que formamos parte. En
fin, agradecer su dedicación, su esfuerzo, su resistencia y su lucha, sin lo cual sería imposible
encontrarnos hoy celebrando este logro.
Un gran agradecimiento también a todas las personas que conforman la Universidad y cuyo rol
es imprescindible para que todo esto ocurra: al personal de apoyo académico, al personal
administrativo, de mantenimiento y a todos los equipos que integran las distintas áreas,
direcciones y secretarías.
Nos debemos además un enorme agradecimiento y reconocimiento a las y los compañeras/os
con quienes compartimos y aprendimos, con quienes nos dimos una mano, y con quienes
aportamos a la evidencia de que la educación lejos está de ser una experiencia individual, sino
que solo es posible cuando es amplia, plural, colectiva, diversa y solidaria. Gracias también al
movimiento y la militancia estudiantil, por la incansable lucha en defensa de la educación y todas
las disputas libradas para mejorarla y transformarla. Gracias por el ayer, por el hoy y por el
mañana.
A nuestras familias, amistades y amores, gracias por bancarnos y por acompañarnos estos años.
Gracias por sostenernos en el esfuerzo, en las largas noches de estudio, en las cuasi rendiciones,
en los miedos, en las angustias, y también gracias por estar ahí celebrando cada una de las
alegrías que marcaron este camino. Fundamentalmente, gracias por estar hoy compartiendo el
orgullo y la felicidad de haber finalizado esta etapa.
De la mano del agradecimiento, aparece la responsabilidad y el compromiso.
Creo que muchas de las formas de referirnos a universidad pública sólo llegan a comprenderse
plenamente desde la experiencia de estar cerca o haber sido parte de ella. Y ahí radica un gran
desafío, porque hablamos de universidad pública en una realidad excluyente y desigual, que
pone a la educación en general, pero a la universitaria en particular, en un circuito cada vez más
segmentado y fragmentado.. Un circuito educativo cuyas condiciones dificultan atenuar el peso
que tiene el capital de origen en el acceso, la permanencia y el egreso.
Esto hace que los esfuerzos que se vienen realizando por democratizar la universidad pública
sean cada vez más necesarios y urgentes. Y eso sólo lo alcanzaremos con más presupuesto
universitario, mejores salarios y con mejores condiciones que permitan ampliar el acceso,
sostener la permanencia y garantizar el egreso de quienes hoy enfrentan múltiples barreras para
poder hacerlo. Hay mucho por cuidar y mucho por transformar para que la educación pública
siga siendo un derecho.
Nuestro egreso coincide con esta coyuntura inusitada, marcada por el avasallamiento y asedio a
las instituciones públicas y científicas y a sus trabajadores; un contexto de preocupante desprecio
y crueldad hacia muchos de los valores que hoy nos unen. Sabemos, desde las ciencias sociales,
que tanto el presente como el futuro no son destinos inmutables, sino que, como toda
construcción social es abierta y dinámica y en ella se configuran caminos muy distintos:
Uno, basado en el desprecio e indiferencia que busca encaminar a la universidad hacia un
privilegio de pocos. Ese camino que hoy, mediante ataques e imputaciones maliciosas, pone a la
universidad y a la ciencia pública, entre otras instituciones, como chivo expiatorio de una crisis
generalizada que, para algunos, sólo parece ofrecer resoluciones mediante restricciones, ajustes
y desfinanciamientos.
Y, por otro lado, el camino que hoy nos encuentra como egresadas/os, como familias, como
docentes, como comunidad educativa. Este camino que sostiene en la ampliación y
democratización de la educación pública, la posibilidad de planificar y construir futuros distintos a
los que este presente propone. Este camino estratégico en términos sociales, políticos,
económicos y culturales, que ha demostrado, y que debe imperiosamente seguir demostrando,
que con más educación, con más investigación, con más ciencia, se logra una sociedad más
justa, con mayor integración, mayor autonomía y mayor soberanía.
Muchas gracias.