Desde el comienzo de la visita, Aníbal, uno de los estudiantes en contexto de encierro, se muestra atento y cordial para iniciar la charla en una de las aulas en el Penal de Boulogne Sur Mer: “Yo sabía que tenía un tiempo prudencial acá, entonces tomé la decisión de comenzar a estudiar. Existe el prejuicio de que contamos con mucho tiempo fuera del horario de clases aquí adentro y no es así. Hay muchos factores que juegan en contra, pero a pesar de estos inconvenientes uno establece los hábitos para poder estudiar”.
“Me encanta estudiar, me gustan mucho los medios de comunicación. Me gustaría tener la oportunidad de trabajar en un programa de radio. Además, soy un apasionado del arte", agrega este interno de 32 años.
Él es uno de los 14 alumnos de 2º año de la Licenciatura en Comunicación Social, a cargo del profesor Gerardo Marzán, y que forman parte del Programa de Educación Universitaria en Contexto de Encierro (PEUCE).
De esos 14 estudiantes, 8 están privados de su libertad y 6 son los que cursan habitualmente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y van a compartir parte del cursado con quienes están en el Penal. "Esta experiencia se centra -según Marzán- en la educación de los internos como un derecho humano y el compartir saberes entre los estudiantes de la facultad y los del penal".
Acerca de lo que piensa del programa, Aníbal es contundente: “Me siento muy cómodo en la cátedra y en este programa. Ambos profesores (Marzan y Osvaldo Gallardo, profesor de Historia) tienen experiencia dictando clases en estos lugares. Comprenden las diferencias, necesidades y problemas que surgen propios del estar en encierro”.
En cuanto a la carrera que estudia, dice que está al tanto de que quieren modificar el plan de estudios y eso le parece muy importante. "Estoy a la expectativa de que suceda, sería muy lindo”, acota.
Mientras Aníbal conversa, llegan sus compañeros a la clase y se sientan. Sus miradas reflejan la curiosidad de ver a alguien ajeno al grupo y la desconfianza que eso les genera.
Contala como quieras
Martín es otro de los internos. Tiene 28 años y se suma rápidamente, mostrondo confianza, a la conversación. Mientras prepara el mate amargo, cuenta que disfruta la escritura y que vuelca sus conocimientos en una revista, a la que junto a un amigo tituló Contala como quieras: “Surgió desde un trabajo práctico que cursamos. Nos gustó tanto que quisimos expresar esa experiencia en una revista, pero lamentablemente no funcionó, como todo proyecto que surge acá adentro”.
Minutos después, alumnos de la facultad llegan a la clase y por primera vez cuentan su experiencia. Daniela Esparza (26) es la estudiante más involucrada en el proyecto, dice sentirse muy cómoda en este lugar.”Las primeras veces fue bastante movilizante asistir, sobre todo con el tema burocrático. El profesor Marzán es uno de los pocos que se vincula con este proyecto. La iniciativa me parece perfecta y me gustaría que el resto de las facultades que aún no se suman, lo puedan hacer”, reflexiona.
La joven comunicadora admite que “ya tenía el antecedente de visitar el penal por un familiar. Entonces tomé esta experiencia como algo nuevo pero a la vez conocido; una nueva oportunidad para conectarme con una parte de mi historia y darle una oportunidad a los internos”.
“Me parece importante, necesario e imprescindible que la FCPyS esté acá. Porque su matriz te interpela a que llevés esa actividad social en un contexto para que seas un mejor profesional”, destaca.
Daniela critica la estigmatización que existe hacia los internos: “No podemos quedarnos sólo en la teoría, debemos ahondar en la práctica y esto derriba estigmas y prejuicios sabiendo que en un futuro voy a poder hablar desde otra perspectiva, tomando conocimiento de que cada caso es único y no puedo generalizar y juzgar la historia de cada uno de los internos”.
Mientas el profesor dicta su clase con normalidad, otra de las alumnas, Belén Delgado (20), critica a las autoridades de la penitenciaria y analiza exhaustivamente la experiencia: “Siempre hay alguna u otra traba en cada requisa inicial que te impide avanzar. Algún reglamento de último momento que te dificulta el ingreso, pero a pesar de esto la experiencia con los chicos siempre fue y es positiva”.
“Siempre me sentí bienvenida. Creía que podían prejuzgarme, pero todo lo contrario, desde el primer minuto nunca lo sentimos y siempre nos acompañaron. Es muy fructífero estar acá”, confiesa la chica del grupo.
Belén se anima a contar los inconvenientes que surgen en el día a día y lanza una convocatoria: “A veces ellos (por los internos) tienen la necesidad de ser escuchados, de hablar, dialogar, debatir, algo totalmente lógico. Entonces, dificulta un poco poder avanzar con los contenidos. Por eso convoco a la participación de los alumnos, de que se sumen, de ayudarnos entre todos, porque los estudiantes del PEUCE son compañeros, futuros colegas”.
“Cuando explicamos que vamos a dar clases o que vamos a estar con los estudiantes, generalmente no hay una respuesta positiva desde las autoridades del penal, no les gusta que te relaciones mucho con los internos. Tratan de mediar la relación con ellos y siento que tal vez es en general con el programa”, cuestiona.
“Los estudiantes en contexto de encierro nos cuentan que se sienten juzgados por sus compañeros y autoridades, a veces hasta no los dejan venir. El programa funciona perfecto desde lo académico, pero desde el sistema penitenciario se ponen bastantes trabas, ese es otro escollo”.
En la clase, se observa una normalidad absoluta. El profesor hace participar a todos y los alumnos responden naturalmente. Por momentos, la clase se convierte en un océano de preguntas y respuestas. Todos quieren aprender. El encuentro se convierte en el claro ejemplo de la definición de Paulo Freire: “Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción”.
Acerca del programa
El PEUCE comenzó con el objetivo de garantizar el acceso, permanencia y egreso de los ciudadanos y ciudadanas que se encuentran detenidos en las unidades carcelarias de toda Mendoza, a las ofertas educativas de la UNCuyo.
Actualmente son tres las Unidades Académicas que ofrecen carreras en esta modalidad, sumando un total de 10 carreras de grado. Es una de las ofertas educativas más amplia de la Argentina.
Son alrededor de 280 los estudiantes universitarios privados de su libertad que ejercen su derecho a la educación universitaria, pública y de calidad.
Los acompañan y orientan un equipo de 12 docentes y 28 tutores y tutoras disciplinares.
Los coordinadores de Facultad por el PEUCE acompañan a su equipo de tutores y son quienes articulan con los docentes y el personal no docente de las unidades académicas.
Más de 70 docentes han tomado exámenes finales, parciales o bien, brindado consultas o clases complementarias. Cada año son más los que se involucran y brindan sus clases dentro de esta modalidad.
Las tutorías y actividades que complementan la educación formal se realizan en las aulas de la UNCuyo localizadas en los Complejos Penitenciarios de Boulogne Sur Mer y de Almafuerte.