En este Quincuagésimo Acto de Colación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, a 40 años del retorno del régimen republicano-democrático de gobierno tal como lo conocemos, pretendo brindarles un mensaje breve en defensa de las ciencias sociales, actualmente bajo asedio; aquellas que nos comprometimos a estudiar, con el apoyo de nuestras familias, en coyunturas económicas frecuentemente adversas, y también a ejercer, con una vocación científica decididamente crítica, inculcada por nuestros profesores, en ámbitos profesionales que, crónicamente desfinanciados, suelen resultarnos esquivos.
Hoy asistimos al corolario de la continuidad estructural, en condiciones democráticas formales o delegativas, si bien con vaivenes, de casi cinco décadas de distribución regresiva de ingreso y del excedente. De la polarización social emergente procede una deslegitimación manifiesta de la política y de lo político como esfera de acción colectiva eficaz. Del malestar cultural que caracteriza a esta sociedad dualizada, de grupos referenciales hegemónicos dentro y de masas identitariamente fragmentadas fuera de los derechos humanos fundamentales del trabajo productivo y de la ciudadanía social modernos, se extiende una impugnación ideológica reaccionaria a las ciencias sociales y a lo social. Desde el sentido común neoliberal se desestima la cuestión social en cuanto que objeto relacional y se le deniega relevancia a su investigación.
Se constata que, en las condiciones socioeconómicas y culturales de la Cuarta Revolución Industrial, trabajadores y trabajadoras, privados de las afiliaciones colectivas de otrora, recaen en variantes contemporáneas del fascismo. Tras el reflujo de los socialismos realmente existentes, el régimen social de acumulación neoliberal triunfante desmantela los dispositivos del bienestar y prescinde de sus víctimas que son, a la vez, atomizadas, culpabilizadas y desmovilizadas.
La hostilidad a nuestras ciencias es inherente a la ideología autoritaria que caracteriza a este orden sociopolítico. Defenderlas, ya sea desde la academia, los remanentes del Estado del Bienestar, la consultoría, el ensayismo o el periodismo, es fortalecer la rigurosidad de sus prácticas, es no renunciar a su inscripción axiológica en la autonomía de las personas; vulnerada por estructuras de poder opacas cuyo desvelamiento constituye nuestro oficio irrenunciable. Este aspecto explicativo es la punta de lanza fundamental de las ciencias sociales: un esfuerzo intelectual constante por transparentar lo superficialmente visible. En este sentido, desde su multiplicidad paradigmática, es que se forjó en el centro de la modernidad la promesa emancipatoria de las ciencias sociales. Los reeditados experimentos neoliberales en el Sur Global que habitamos y vivimos nos ofrecen una experiencia cognitiva y práctica propicia para revitalizar la misión crítica clásica de las ciencias políticas y sociales, que hoy resulta acuciante.
Muchas gracias por su atención a mi mensaje.