El Grito Sagrado
El Congreso de Tucumán no fue uno de esos en donde reinó la paz y el amor. Muchos territorios de las extintas Provincias Unidas no mandaron representantes, o ni siquiera se interesaron en debatir sobre esa locura llamada independencia. El contexto mundial tampoco ayudaba. Había guerras por todos lados y poco apoyo interno para cometer un desacato de ese calibre. Sin embargo esos muchachos patearon el tablero. Cansados de tanta indecisión, se plantaron e hicieron lo que sus principios dictaban.
¿Queréis que las provincias de la Unión fuese una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli? El SI fue unánime y dio inicio a Argentina como país. Era 9 de julio de 1816.
Quizás nuestro nacimiento como nación fue un preámbulo de las desventuras y vericuetos que el futuro nos aguardaba. Pero a pesar de todo este panorama, esos atrevidos rompieron las cadenas y nos declararon libres. Y lo hicieron a pesar de que en el mundo no hubo una respuesta como esa que se repite en nuestro himno: al gran pueblo argentino, salud!
Varios estados miraron a otro lado o simplemente no les importó que unos intrépidos del sur se hubieran independizado. Años y años pasaron para que hubiera un reconocimiento de otros territorios. Estados Unidos nos dio la bendición en 1822; Gran Bretaña lo haría en 1824; y España se tomó su tiempo. Los Borbones recién nos aceptaron como república en 1861. Realmente se tomaron su tiempo.
A lo largo de nuestra existencia ha habido laureles conseguidos que han sido eternos, y otros lamentablemente no. Pero así y todo hemos conservado el mayor laurel conquistado: la libertad.
No siempre hemos vivido coronados de gloria. Hubo momento donde hemos sido un hazmerreir, junto a otros donde nos faltó la dignidad y la entereza que hacen grande a una nación. Inclusive hubo situaciones en las que ensuciamos el nombre de nuestra patria. Pero supimos salir adelante y al corto o largo plazo nos hicimos valer. Y si así ocurrió fue porque en un rincón del alma nos tronó una frase sagrada que nos hace argentinos: o juremos con gloria morir.
El camino no ha sido perfecto a lo largo de estos dos siglos de libertad. Ha habido errores y pecados, pero se aprendió de ellos y se corrigieron. Hemos sabido renacer ante cada oscuridad para brillar con la intensidad del sol que ilumina a nuestra bandera. Y eso siempre es digno de festejar. ¿Por qué? Porque ese tipo de cosas hacen que un país sea grande. Si hay una sociedad que aprende, no se deja pisotear y sigue los principios de sus libertadores, entonces inevitablemente será grande. Así es en nuestro caso.
De una u otra manera siempre hemos homenajeado a esos héroes que nos sacaron de la opresión. Ya sea con acciones, opiniones o actitudes. Pero esa inspiración hemos podido trasladarla a nuestro andar. Héroes independentistas, celebren desde el más allá.
Ojala hayan 200 años más de libertad. No es fácil tenerla ni conseguirla. Inclusive hay varios territorios que nunca la supieron conquistar. Quizás sea porque no tuvieron el privilegio que tuvo esta nación: contar con un grupo de bravos que unidos juraron su feliz libertad sostener, y que ante el menor embate surgirían fuertes pechos que supieran oponer.
El bravo argentino triunfó, el tirano con infamia a la fuga se dio y el trofeo de la libertad venció. Sean eternos los laureles que supimos conseguir. Coronados de gloria vivamos, o juremos con gloria morir.