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Charla: De la "primavera árabe" al invierno sirio

El miércoles 16 de mayo, a las 15hs, en el aula 4 de la FCPyS, Amira Denise Funez disertará sobre la situación actual en Siria.

14 de mayo de 2018, 10:11.

imagen Charla: De la "primavera árabe" al invierno sirio

¿En qué contexto político y social se inscribe el reciente bombardeo de EE.UU., Francia y Reino Unido sobre Siria? Por Amira Denise Funez

Hacia fines de 2010 y durante todo el siguiente año, se dieron importantes manifestaciones de la sociedad civil en África del Norte y Medio Oriente, las cuales tuvieron distintos desenlaces en cada uno de los países: caídas de regímenes de larga duración (Ben Ali en Túnez desde 1987; Gadafi en Libia desde 1969; Mubarak en Egipto desde 1981), desarrollo de acciones represivas por parte de los gobiernos (en Libia se utilizó a la fuerza aérea contra los manifestantes), e incluso enfrentamientos armados entre grupos con intervención estratégica foránea (Gadafi cayó gracias a la intervención de la OTAN). También la intensidad del conflicto fue variando, pasando de repercusiones casi nulas de dichas protestas a altos niveles de violencia.

Contrario a lo que fueron las luchas que se dieron en la región en otras épocas como las Intifadas (levantamientos en árabe) de los años 1987 y 2000 contra la ocupación Israelí, o las oleadas de movilizaciones en el Magreb y el Machrek durante la época de la descolonización en las décadas de 1950 y 1960, por dar sólo unos ejemplos, lo que se vivió en 2011 fueron “demandas por la democratización de la política y las sociedades, así como un reclamo por el reparto justo de la riqueza y las oportunidades” (1).

El caso de Siria no fue la excepción, a pesar de que en un principio lo parecía. A diferencia de lo sucedido en países como Túnez, Egipto o Bahrein, hasta mediados del mes de marzo de 2011 no se vislumbraba una posible revuelta en el corto plazo. Los factores que imposibilitaban la emergencia de una acción colectiva contestataria son varios y de distinta naturaleza. En primer lugar, la existencia de múltiples minorías étnicas y religiosas dentro de un mismo territorio nacional, lo que favorecía a la fragmentación de la sociedad al tener distintos intereses. En segundo lugar, la incompleta liberalización de la economía permitía al gobierno de Al Asad mantener un discurso populista, lo que otorgaba cierta credibilidad. A esto se suma el hecho de que el Baaz era (y lo sigue siendo) el único partido existente en Siria, establecido en el artículo 8 de la Constitución.

No obstante, los ciudadanos sirios tenían sobrados motivos para manifestarse:

el 65% de los sirios tenía menos de 35 años, lo que implica que cada año intentan sin éxito incorporarse al mercado cerca de trescientos mil jóvenes. el desempleo era, al 2011, del 20% a pesar de que los datos oficiales registraban sólo 8%. el 40% del empleo era informal, lo que generaba un gran número de trabajadores sin protección social. la corrupción asociada tanto a los círculos clánicos-familiares ligados a los gobernantes, como a los funcionarios de base. la falta de libertades y la sistemática represión. (2)

Todo esto fue caldo de cultivo para que en marzo de 2011 estallaran una serie de revueltas en el país pero sin el liderazgo de una oposición política definida, sobre todo por la prohibición que durante décadas estaba vigente de cualquier actividad política contraria al régimen. Esta heterogeneidad de quienes salieron a las calles incluía intelectuales de izquierda, estudiantes, ciudadanos en general, musulmanes conservadores e incluso grupos armados salafistas. A excepción de estos últimos, todos coincidían en la necesidad de no recurrir a la violencia en sus demandas populares.

Lo que comenzó como una protesta pacífica en 2011, no tardó en cubrirse de sangre. Al contrario de países como Túnez, Libia o Egipto, en Siria no se logró derrocar al régimen. La represión ejercida por las fuerzas de seguridad relativamente leales al gobierno de Al-Asad tuvieron como consecuencia la radicalización de la oposición, abriendo un espacio de fácil filtración de grupos armados.

Desde su estallido en 2011, el conflicto armado en Siria ha pasado de ser un conflicto interno, a ser una contienda regional y a acabar internacionalizándose, con la intervención de Rusia e Irán – del lado de Al Asad -, y de Turquía, los países del Golfo y Estados Unidos -del lado opositor, compuesto por un complejo de milicias armadas que van desde los grupos islamistas salafistas hasta el autodenominado Estado Islámico.

Siete años se han cumplido desde que esta guerra comenzó y el escenario no es alentador. El bombardeo conjunto de Estados Unidos, Francia e Inglaterra la reciente madrugada del 14 de abril por supuestos ataques químicos del gobierno Sirio nos llevan a pensar en Irak 2003 y en la farsa de la “seguridad internacional”. En los últimos años la excusa fue combatir al Estado Islámico y al terrorismo perpetrado a los países “civilizados” de occidente. Entonces, ¿cómo se explica este nuevo ataque en un momento donde el EI ha retrocedido en la mayor parte del territorio sirio? ¿Cuál es la amenaza ahora? ¿Desde cuándo le importan a estos países si los “demonios” como Al Asad violentan a su propia población?

Las constantes intervenciones de las potencias en nombre de la democracia no han hecho más que socavar la soberanía de un Estado que, claro está, no parece tan importante ante los ojos del mundo; Siria no es Francia, sus muertos valen mucho menos.

Referencias:

Marín Guzmán, R. (2012). Política y represión en el Medio Oriente y el norte de África: Dos importantes causas de las manifestaciones sociales en la actualidad. En Mesa Delmonte, Luis (coord): El pueblo quiere que caiga el régimen. Protestas sociales y conflictos en África del Norte y en Medio Oriente. El Colegio de México, México. Álvarez-Ossorio, I. y Ruiz de Elvira, L.(2011). La intifada siria: el ocaso de los Asad. En I. Gutierrez de Terán (Ed) e I. Álvarez-Ossorio (Ed). Informe sobre las revueltas árabes (pp. 181-210). Madrid, España: Ediciones del Oriente y del Mediterráneo.

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